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Freud y el feminismo: un recorrido histórico

Actualizado: 4 may 2023

¿En qué momento del feminismo vivió el creador del Psicoanálisis? ¿Es posible encontrar en sus obras referencias a las feministas de su época? ¿Es posible que sus experiencias personales influyeran en la valoración que tenía hacia las mujeres?

Bertha Pappenheim

Sigmund Freud nació en 1856 en Moravia y murió en 1939 en Inglaterra. Era el primogénito y preferido de su madre. Acerca de las mujeres con las que se ha vinculado; por la madre ha demostrado adoración. Si bien tenía cinco hermanas, sus recuerdos dan cuenta de lo significativo que fue a sus dos años y medio el nacimiento de su hermana Anna, hacia quien nunca demostró simpatía. En los recuerdos de su infancia hace mención a la relación con “componentes eróticos” hacia su sobrina Pauline, a quien trataba cruelmente junto con su otro sobrino Hans. La hija de un matrimonio amigo de sus padres es la protagonista de su primera experiencia amorosa, a sus 16 años. Al parecer, en un primer y segundo encuentro, la joven le fue indiferente. Esta denegación podría haber sido uno de los factores que lo llevan a persistir en sus estudios y recién 10 años después vuelve a enamorarse, esta vez, de quien sería su esposa: Martha (Jones, 1959).

Durante sus estudios dependió casi exclusivamente de la ayuda de sus padres y sus abuelos maternos. Se recibe de médico en 1881, a sus 25 años y en 1882 ingresa a la clínica de Nothnagel donde cobra por primera vez un sueldo. A los seis meses pasó a la clínica de Meynert y se mudó al hospital, dejando la casa de sus padres. Martha lo visitaba allí. En su intercambio epistolar, hace especial hincapié en sus preocupaciones acerca del dinero y el porvenir; y permite entrever que Martha y su familia lo ayudaban económicamente. Al fallecer el padre de Martha, la madre ocupó su lugar, lo que Freud criticaba por ser una actitud “demasiado masculina”. Sus celos lo llevaron a nombrarla como “la enemiga de nuestro amor” (Jones, 1959, p. 133). También sentía celos de Eli, el hermano de Martha, a quien siempre vio como un rival hasta que se casa con su hermana Anna y garantiza así una buena posición económica. Ante el conocimiento de Freud de los pretendientes e interesados en Martha; le hacía saber:

“Sé que no eres hermosa en el sentido que daría a esta palabra un pintor o un escultor (...) no te ocultaré que algunas personas aseguran que eres hermosa, y aun notablemente hermosa. Yo no tengo opinión sobre el particular (...) como si la naturaleza hubiese querido preservarte del peligro de ser simplemente hermosa, hizo que tu nariz y tu boca fueran más características que hermosas, con una expresión casi masculina, tan poco femenina en la firmeza que revela” (Jones, 1959, pp. 112-113)


Se destaca que en su carrera profesional los referentes a quienes ha reconocido como figuras significativas han sido varones. Según Jones era marcado el deseo de reconocimiento y de conquistar la atención del mundo ¿Será eso lo que lo conduce a negociar entre lo novedoso de su teoría, las exigencias de la comunidad científica y el paradigma de la época? El pasaje de su “teoría de la seducción” a la “teoría de la fantasía” parece ser resultado de tal negociación. Sus pacientes le contaban los abusos sexuales que habían padecido en sus infancias; y Freud, al exponer los casos en la comunidad científica, genera una gran polémica porque, entre otras cosas, dejaba en evidencia a los abusadores. Esto lo hizo peligrar su lugar en el mundo de la ciencia y ante el pedido de “revisión” por parte de sus colegas; creó la teoría de la fantasía. El pasaje a “Mis histéricas me mienten” implica suponer que el relato de sus pacientes se apoya en un falso recuerdo, producto de sus fantasías. Con esta reformulación, ya no se trata de abusos sexuales contra la infancia, sino de niñas que tienen deseos incestuosos o fantasías sexuales con los adultos. Este cambio en su teoría dio lugar a la posterior teorización de la sexualidad infantil y el Complejo de Edipo. De esta manera, se invisibiliza al abusador y se culpabiliza a las víctimas. (Monzón, 1998; Volnovich, 2017).

Corría por entonces la segunda ola del movimiento feminista y no es posible sostener que las contribuciones le fueran ajenas al creador del Psicoanálisis.

Bertha Pappenheim conocida como “Anna O”; fue la protagonista del caso clínico fundador de Psicoanálisis. Es ella quien bautiza al método catártico de Breuer como “the taking cure” o “la cura por la palabra”. Breuer la empieza a atender en 1880 y por cuestiones transferenciales es derivada a Freud. A 10 años de su tratamiento con Breuer y Freud fue diplomada como la primera asistente social de Alemania. Además, fue una reconocida feminista que luchaba por los derechos de la mujer y la infancia. En 1899 tradujo al alemán “Reivindicación del derecho de las mujeres”, escrito en 1792 por Mary Wellstonecraft; obra que para algunos historiadores es uno de los antecedentes del inicio del feminismo. En 1901 fundó la asociación “Women Care” que apoyaba a las mujeres judías recluidas a establecer una existencia independiente y así contrarrestar la prostitución debido a la pobreza. En 1904 fundó la Asociación de Mujeres Judías y en 1907 estableció una casa para niñas y mujeres judías socialmente vulnerables (Hernández, 2019). Sin embargo, para Freud “a pesar de su restablecimiento, en cierto aspecto permaneció segregada de la vida; quedó, por cierto, sana y capaz de rendimiento, pero se apartó del destino normal en la mujer” (1916, p. 251).


Ida Bauer

Otro caso emblemático, es el historial clínico del “Caso Dora”. La joven de 18 años que concurre a consulta y le cuenta que cuando tenía 14 años, un amigo de su padre, el señor K, la acorraló contra una pared y le apoyó su miembro erecto (Freud, 1905, p.28). Es a partir de los síntomas de Dora y esa escena que Freud considera que se trata de una histeria porque allí donde debió sentir excitación sexual, sintió asco. Este “trastorno de afecto” es para Freud característico de las histerias. De esa manera, una vez más, a partir de la conceptualización, es posible invisibilizar un abuso sexual; encubrir al abusador y culpabilizar a la víctima.

Otra feminista de la época con la que Freud tuvo cercanía fue Emma Ekstein. Fue la primera psicoanalista mujer formada por él y también una de sus primeras pacientes. Su tratamiento se realizó en dos etapas y sus detalles constan en el intercambio epistolar entre Freud y Fliess (Masson, 1985). Emma se destacó como activista del feminismo y psicoanalista; y a pesar de haber sido desvalorada por Freud, fue su seguidora hasta los últimos tiempos.

El feminismo de la segunda ola para estas alturas ya estaba en auge. En 1918 las mujeres ya votaban en Inglaterra y en 1920 en Estados Unidos. Con su lucha, las sufragistas reivindicaron los derechos de las mujeres, entre ellos, el derecho al voto y a la educación.

¿Cómo es posible que, en este contexto, Freud sostuviera que, debido a la inferioridad de la mujer, sus aportes a la cultura serían más pequeños y de menor alcance que los de los hombres?

La diferencia anatómica es la base sobre la que se sostiene la inferioridad de las mujeres. Así lo demuestra en “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” donde consideraba que la analizada arrastraba un complejo de masculinidad muy acentuado a causa de la “envidia de pene”. Afirma “era en verdad una feminista, hallaba injusto que las niñas no gozaran de las mismas libertades que los varones, y se rebelaba absolutamente contra la suerte de la mujer” (1920, p. 161). Sidonie Csillag, la protagonista, ofrece su propia versión del encuentro con Freud en una biografía publicada acerca de su historia de vida. Allí da cuenta de cómo fue vivir el siglo XX como mujer, lesbiana y judía, y visibiliza cómo la intersección entre la clase, el género y la raza refuerza la opresión de las mujeres y las disidencias sexo genéricas.

En 1922, en un Congreso Psicoanalítico Internacional en Berlín, la psicoanalista Karen Horney afirma no estar de acuerdo con el concepto formulado por Freud de la envidia de pene y se pregunta si no “se trata de un mero pretexto puesto por otras fuerzas”. No es el único punto en el que se distancia de Freud, interesada en la Psicología Femenina, sostiene:

“el psicoanálisis es la creación de un genio del sexo masculino, y casi todos los que han desarrollado sus ideas han sido hombres. Es lógico y razonable que les fuera más fácil elaborar una psicología masculina y que entendieran más del desarrollo de los hombres que del de las mujeres” (Horney, 1967, p. 57)

Horney insiste en diferenciar las afirmaciones basadas en hechos de aquellas que surgen a partir de hipótesis y quedan en meras teorizaciones. Así como Freud postula la envidia de pene, ella introduce a partir del análisis con sus pacientes varones, la envidia masculina hacia la mujer en lo que respecta al embarazo, el parto, la maternidad, los senos y el amamantamiento.

A pesar de sus cuestionamientos, Freud desestima a Horney y conserva sus afirmaciones “no nos dejaremos extraviar por las objeciones de las feministas, que quieren imponernos una total igualación e idéntica apreciación de ambos sexos” (1925, p. 276). En 1925, estando enfermo, le pide a su hija Anna que sea portavoz y que lea en el Congreso Internacional de Psicoanálisis, un artículo de su autoría, donde transmite su concepción acerca de las mujeres:

“tienen un sentido de la justicia menos desarrollado que los hombres, ellas tienen más dificultades para someterse a las grandes exigencias de la vida, ellas son mucho más a menudo influenciadas en sus juicios por sus sentimientos de afecto u hostilidad” (Meyer, 2007, p. 313). En 1931 reconoce que sus afirmaciones generarán polémica y serán objetadas por el feminismo “por rebajar y oprimir a la mujer”. Sin embargo, sostiene que tal disputa proviene de la falta de aceptación de aquello que contradice la ansiada búsqueda de igualación al varón. En esta misma línea, en su conferencia “La feminidad” continuando con las consecuencias que acarrea el Complejo de Edipo y las diferencias entre el superyó masculino y femenino afirma “no puede alcanzar la fuerza y la independencia que le confieren su significatividad cultural y las feministas no escucharán de buen grado si uno señala las consecuencias de este factor para el carácter femenino medio (1932, p. 120).

Freud muere en 1939 sin revisar sus conceptualizaciones a la luz de los aportes de los estudios y movimientos feministas. Muy por el contrario, según Kate Millett fue uno de los profetas de la contra revolución feminista y con sus teorizaciones contribuyó a la opresión y subordinación de la mujer al régimen patriarcal:

“Freud no consideraba los síntomas de sus pacientes las consecuencias de un descontento justificado respecto de los límites impuestos por la sociedad, sino las manifestaciones de una tendencia femenina universal e independiente. Denominó «envidia del pene» a esa tendencia, cuyo origen se remontaba, según él, a las primeras experiencias infantiles y basó en ello su teoría de la psicología femenina, cuyos pilares fundamentales eran la pasividad, el masoquismo y el narcisismo” (Millett, 1969, p. 321)

A diez años de la muerte de Freud, Simone de Beauvoir publica “El segundo sexo”, obra con la cual se inicia la tercera ola del feminismo. Allí sostiene “A Freud no le preocupó mucho el destino de la mujer” (p. 15) y podríamos agregar que a varios de sus seguidores tampoco.

Hoy, que estamos transitando la cuarta ola del feminismo que tiene más fuerza que nunca ¿Vamos a permitir les psicoanalistas que dentro de nuestra disciplina se le dé la espalda a la reivindicación de los derechos de las mujeres, trans, travestis, no binares, lesbianas y gays? ¿Vamos a reproducir la falta de diálogo o estamos dispuestes a fomentar la interdisciplina aunando esfuerzos?


*Doctoranda en Estudios y Políticas de Género. Magister en Psicoanálisis. Lic. en Psicología. Docente e investigadora. Contacto: agustinatoso@gmail.com


Nota publicada originalmente en Notas Periodismo Popular.


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