Notas para una crítica al monstruo como figura freudiana para pensar la vida en común
Parte III
La primera parte de este artículo denuncia la complicidad con un inquietante sentido común que solemos portar y reproducir sin advertirlo: la idea de que el hombre es el lobo del hombre como verdad inexorable, y en la segunda parte, se sugieren algunas consecuencias éticas y políticas del uso incuestionado de la idea freudiana de “naturaleza humana”. En esta tercera y última parte del artículo, se termina de desarrollar el cuestionamiento a una complicidad que opera legitimando ciertas relaciones sociales encubriendo hechos de poder con velos teóricos. Enuncia algunos peligros teóricos y ético-políticos en los que incurre la teoría heredada, y se propone finalmente poner en cuestión la necesidad de figuras monstruosas a la hora de pensar la vida en común, reivindicando una praxis analítica desasida de modos de ver el mundo cómplices con formas de opresión.
por Ariel Antar Lerner *
Parte III
7. ¿Naturaleza humana?
Ante la pregunta de por qué no convenía llamar «manada» –como hicieron los medios cuando fue noticia– a un grupo de varones que violó a una adolescente de 14 años en un camping, la filósofa e investigadora Paula Fleisner explicaba:
[…] es justificar el patriarcado como si fuera un estado de cosas parecido al aire que respiramos y que por lo tanto no se puede modificar. [Al] entender que lo que ocurre en los ataques grupales es un desenfreno atávico […] aparece todo un simbolismo detrás de la animalización de ciertas conductas que no son animales, son culturales, históricas, construidas gracias a un sistema de creencias patriarcal que asume la inferioridad de las mujeres. Pero no es primitivismo, ese tipo de comportamiento es lo más contemporáneo que hay[1].
Si nos empeñáramos en sostener, por ejemplo, que las violaciones son producto de las tendencias agresivas del ser humano, provenientes de lo más profundo e inmodificable de la «naturaleza humana», del Hombre lobo hobbesiano-freudiano, ¿no estaríamos legitimando los hechos, encubriéndolos con velos teóricos? El peligro es doble: a la vez teórico y ético-político.
Es teórico porque es un error importante transformar los atributos y modos de ser propios de un campo histórico y social particular, siempre variable y transformable, en propiedades universales y esenciales de lxs sujetxs. Es un desacierto y una equivocación convertir los valores, las creencias, las pasiones, las sensibilidades, los fantasmas y los modos de relación social reinantes en una época, en fuerzas o atributos fijos y eternos arraigados en la constitución biológica humana. Este problema teórico sigue siendo uno de otros tantos que aún hoy es necesario revisar, como por ejemplo la insistencia en la dicotomía entre individuo y sociedad, en la que el individuo queda como una interioridad originalmente anti-social y la sociedad como un ente externo y separado; o la concepción de «lo social» como una mera negatividad que reprime o limita a lxs sujetxs sin poder reparar en la prolífica dimensión positiva o productora de subjetividades que implica lo social; o el fantasma que heredamos del liberalismo, de pensar que incluir lo social en el análisis de lo singular es equivalente a homogeneizar, a masificar, olvidando que el tejido singular se hace con –y no a pesar de– los hilos del campo social; o la operación de escisión excluyente entre el deseo inconsciente y el campo social[2]. Pero hoy, quizá, el más evidente sea la mirada patriarcal que portamos desde la teoría psicoanalítica, que supone que la mujer es la cuidadora natural; que es anatómicamente incompleta, lo que desde la niñez infunde menosprecio y rechazo hacia el género femenino; que está condenada a envidiar los privilegios del hombre; que está en su núcleo de realización casarse y ser madre; que la mujer reclama y necesita amor y su lugar es el hogar mientras lo público y la cultura es asunto de varones; que la sexualidad femenina es oscura y misteriosa; que una mujer que cuestiona los mandatos y valores machistas, que se muestra disidente a la norma, que habla, que pone límites, que decide, queda estigmatizada como una mujer menos mujer, «fálica»; entre un larguísimo etcétera[3].
Y decíamos que el problema no es sólo teórico sino también ético-político: porque desconociendo las condiciones sociales de producción de lo que nos hace humanxs, y erigiendo una especie de naturaleza –o de estructura, lo mismo da– inmodificable, a-histórica y a-social, se pueden estar justificando desigualdades sociales, privilegios y roles socialmente instituidos.
La cautela que procuramos con la idea de «naturaleza humana» no tiene como función alejar lo humano de lo natural, como si se tratara aquí de tomar partido por la oposición «cultura vs naturaleza». Tampoco queremos defender un dualismo que escinda lo psíquico y lo cultural del cuerpo biológico del que forma parte. Tratamos de advertir, en cambio, del peligro de abrochar lo humano al orden de lo fijo, de lo inmutable, de lo que no se puede alterar. Porque de lo contrario se puede terminar situando como inmodificables a cuestiones que lo son, a fenómenos que cambian, a formas que se transforman, que se pierden para la aparición de otras inéditas.
Monstruo y Máquina
Monstruo y Máquina[4] son amigxs. Cada tanto se encuentran en el bar de la esquina a tomar un café y charlar de la vida. Monstruo piensa que el hombre es el lobo del hombre, que somos egoístas, crueles y agresivxs por naturaleza, que no hay nada que hacerle. También dice que, si no hay alguien que ponga orden desde arriba, nos matamos entre todxs, porque si no cada unx hace lo que quiere y así no hay sociedad que dure. Máquina piensa que no nacemos de un repollo sino en una sociedad que nos transmite valores, miradas, deseos, y que nos exige comportarnos de cierta manera con nosotrxs mismxs y con lxs demás, según diversas reglas sociales. Reglas que tampoco nacen de un repollo, sino que vienen de una historia que tiene continuidades y discontinuidades, donde se repite lo viejo y también emerge lo nuevo.
Máquina: –¿Cómo andás Monstruo?
Monstruo: –¿Qué hacés Máquina?
Máquina: –Todo tranqui, ¿vos? ¿Qué contás?
Monstruo: –Bien, ayer vi Relatos salvajes[5]. ¡Muy buena!
Máquina: –¡Sí, excelente peli!
Monstruo: –Muestra muy bien lo que somos, lo que somos capaces de hacer… No por nada le pusieron así, «salvajes».
Máquina: –¿Muestra lo que somos o lo que somos capaces de hacer? No es lo mismo…
Monstruo: –Bueno che, lo que digo es que en la peli se ve bien patente la naturaleza humana…
Máquina: –No estoy de acuerdo para nada che… Si vos te ponés a ver las situaciones que los van acorralando, ahí entendés por qué se sacan y se ponen «salvajes».
Monstruo: –¡Pero justamente! ¿No ves que cualquier situación funciona como excusa para destapar a la bestia?
Máquina: –Pero esa es una manera de mirar las cosas que no coincidimos… No es que «son así» y están esperando un estímulo que los despierte como brutos que son… Sino que hay circunstancias, situaciones bien concretas que los llevan a ponerse así: injusticias de todo tipo que se van repitiendo, hombres obligados por el machismo que llevan dentro a pelear para ver quién la tiene más larga, especulaciones económicas de un empresario que llevan a una familia al desastre... ¿Entendés?
Monstruo: –Nah… Me parece que lo hacés muy refinado y la complicás al pedo… ¡Vos y yo nunca vamos a ponernos de acuerdo, Maquinita! ¡Mozo!
Piden un café y un cortado en jarrito, y se ponen a hojear el diario mientras en la tele suena el noticiero[6].
«Un cura abusa en su habitación a un niño de seis años.»
Máquina: –Tantos, pero tantos miles de casos de abuso sexual infantil en todo el mundo y en todos los estamentos de la Iglesia Católica… ¡Algo de cómo funciona esa institución tiene que estar haciendo que se practique tanto la pedofilia!
Monstruo: –Nah, yo creo que ese tipo es un perverso, alguien que no puede reprimir sus impulsos y que se aprovecha de un niño como su objeto sexual.
«En la selva un grupo de policías encarcela, tortura y asesina a una activista feminista.»
Máquina: –Ese es un mensaje bien patriarcal. El machismo está queriendo enseñarles a todas las mujeres que luchan lo que les puede pasar si se siguen rebelando.
Monstruo: –Pasa que hay que civilizar a las fuerzas policiales, si no aprovechan que son policías y actúan con desenfreno dando rienda suelta a la agresividad que todos llevamos dentro.
«Descubre que su novia lo engañaba con su amigo: a él lo mata y a ella la viola.»
«En la casa de los abuelos, el tío viola a su sobrinita mientras le tapa la boca.»
Máquina: –Para el Patriarcado los cuerpos de las mujeres tienen que estar siempre a disposición del hombre. Porque es un dominio que tiene una jerarquía. También le dice al varón que tiene que cumplir con el mandato de ser como un depredador violento, porque así va a demostrar que es potente y que entonces es parte de la masculinidad, del club de los machos.
Monstruo: –Es que somos así, animales contenidos por la cultura. Es eso que tenemos de querer apropiarnos del otro, lo posesivos que somos para nuestro propio placer egoísta. Cuando fallan las represiones internas algunas situaciones despiertan el lado animal y violan, matan.
«En la villa, mientras están haciendo una murga, un grupo de gendarmes tira balas de goma baleando a niñxs y adultxs.»
«En las inmediaciones de la Plaza de Mayo un policía gasea en la cara a un jubilado que protesta porque no le alcanza para vivir.»
«En el pasillo de la villa un gendarme verduguea y amenaza con fusilar a un pibe pobre por desobedecerlo.»
«En el monte un sicario asesina a quemarropa al líder de un pueblo originario que se está manifestando contra los desalojos de sus tierras ancestrales.»
«Una docente es secuestrada y torturada con un punzón con el que escriben en su cuerpo «ollas no», por haber sostenido una olla popular para chicxs pobres que hacían una cuadra de fila para ir a comer a la escuela, ante la falta de gas y la precaria porción de un sándwich frío que el gobierno provincial repartió.»
«Se conoce el testimonio de la mujer torturada en el centro clandestino de detención: “me picaneaban los genitales cuando estaba embarazada”.»
Máquina: –Este es en el fondo el sentido de las instituciones represivas estatales o para-estatales. Están al servicio de los poderosos de siempre, de los grupos sociales dominantes que tienen intereses económicos muy fuertes y que necesitan de la violencia como medio para asegurar su poder sobre las mayorías.
Monstruo: –Son actos desmesurados de agentes mal preparados, que no fueron educados para dejar de lado su brutalidad. Pero una vez que estén bien instruidos, sí que los necesitamos, mal que nos pese. Porque al fin y al cabo estas son las instituciones que hacen falta para que funcione el Estado, que tiene que tener el monopolio de la violencia y cada tanto usarla, sino nos mostraríamos como somos realmente, seres que con tal de conseguir sus intereses, los que fueran, estarían dispuestos a matar, y así no podría haber convivencia.
«En el incendio de un taller clandestino donde varias familias eran obligadas al trabajo esclavo muere una niña de 11 años.»
Máquina: –En el capitalismo en el que vivimos lxs más pobres están sometidos a condiciones de explotación y de precariedad todavía mayores que el resto. Es un sistema que intenta de todo para minimizar los costos de producción y maximizar las ganancias.
Monstruo: –Pasa que ese patrón es un tipo con una ambición de lucro descomunal. Se caga en las leyes laborales con tal de satisfacer su egoísmo, y se aprovecha de lxs que menos tienen. Es lo que con educación y leyes tenemos que no permitir que pase, sino pasa naturalmente.
«En la comisaría, por ser negro e indocumentado lo muelen a palos.»
Máquina: –Eso es violencia institucional, se sienten autorizados a golpear porque tienen el poder de ser la policía. Además es racismo, le pegan por ser negro, como si fuera un ser inferior. En eso seguimos siendo como europeos colonialistas, si sos más oscuro que yo te puedo maltratar y humillar.
Monstruo: –Los canas se ensañan con el negro porque saben que no puede defenderse, que no tiene recursos. Se ensañan, es puro sadismo… Se permiten hacer lo que a veces nos gustaría hacer a nosotrxs con alguien que odiamos.
«En la escuela no paran de hostigar a una compañera por «fea», en el aula, los recreos y las redes sociales.»
Máquina: –Todo el tiempo la sociedad les dice a lxs pibxs cómo tiene que ser el cuerpo modelo, la belleza ejemplar, lxs bombardean de todos lados con eso. Como para que después no quieran llegar a ser eso, a estar así, a medir todo con esa vara. Como para que después no se burlen de lxs que están más lejos de ese ideal.
Monstruo: –Todxs nos burlamos de alguien alguna vez, dale, no me vas a decir que humillar no está en nuestros genes... Por qué los chicxs van a ser diferentes, ¿son de otra especie?
«En la pizzería, por besarse en la mesa, corren con un cuchillo a dos homosexuales.»
Máquina: –Hay una norma social que no está escrita en ningún lado pero que te dice que si sos varón te tienen que gustar las mujeres y viceversa. Si no, te pueden insultar, perseguir, hasta matar.
Monstruo: –Se aprovecharon de que son putos, ¿viste? Con las minorías la gente se siente superior y tiene la excusa de sacar un poco a pasear la bestia salvaje que lleva adentro.
8. Entonces, para la vida en común, ¿Hombre lobo y Leviatán?[7]
¿Avalar la represión, la tortura, el asesinato, el miedo como «males necesarios» para la vida en sociedad? ¿Justificar valores, creencias, relaciones de poder y formas de opresión porque sostenemos que la vida en común no puede prescindir de los monstruos de Hombre lobo y Leviatán? ¿Cuán cómplices nos podemos volver de estar legitimando relaciones de dominación? ¿Ni capitalismo, ni patriarcado, ni fascismo, ni colonialismo, ni racismo, ni adultocentrismo, etc., sino una agresión cruel de nuestra complexión psíquica que nos desenmascara como bestias salvajes y que no tiene otro remedio más que ser reprimido o contenido por la gestión de un soberano o de un grupo de gobernantes que garantice la vida social cercenando libertades? ¿Nuestra inclinación agresiva innata «compele a la cultura realizar su gasto de energía» para domesticarla, o más bien al revés, hay un gasto cultural en pos de la agresión al prójimo que se efectúa a partir de unos valores y unas creencias que se fomentan por diversas vías y a través de unas instituciones que se sostienen y legitiman? ¿«La sociedad culta se encuentra bajo una permanente amenaza de disolución», o más bien es la sociedad «culta» misma una amenaza de disolución de otros modos de vida? Agredirnos, humillarnos, poseernos, explotarnos, torturarnos, matarnos unxs a otrxs no se opone, como piensa Freud, a la cultura: la barbarie es uno de los modos posibles de la civilización, la brutalidad es cultura encarnada.
No hace falta sacrificar lo inconsciente y descartarlo, para explorar otros modos de concebir la «naturaleza humana» y la vida en común más allá de estos monstruos. Todo lo contrario: se ensancha el pensamiento cuando lo inconsciente abandona el lugar petrificado de constructo biologicista –o estructuralista, cuya fijeza y carácter de universal eterno no tiene nada que envidiarle al esencialismo biológico– para exponerse a los innumerables flujos semióticos, deseantes, anímicos, maquínicos, religiosos, políticos, económicos, etc. que atraviesan por doquier el campo histórico y social[8].
El psicoanálisis demuestra en su praxis la potencia que tiene para desmontar castillos ficcionales y develar el carácter de constructos históricos de las creencias y las formas de ser que habitan a lxs seres hablantes. Si hace rato que las ciencias humanas reconocieron el carácter mítico de Leviatán para pensar las sociedades, ¿por qué no abandonamos entonces desde el psicoanálisis, de una buena vez, tanto a Leviatán como al mito del Hombre lobo? ¿O tendrá esto acaso demasiado de «traición al padre»?
Necesitamos un movimiento de revisión crítica de nuestros cuerpos teóricos, para no encubrir ni legitimar violencias hacia nuestros cuerpos vivientes.
La amiga que sueña un marido que la mantenga
el pibe que escribe el reggaetón de moda
la madre que educa machitos y princesas
el jefe que escupe: es que está en día femenino
la compañera que te dice: así no vas a conseguir novio
la boluda que aclara: soy femenina, no feminista
la mamá que la viste sólo de rosa, porque es nena
el papá que compra muñecas y cocinitas
y lavarropas a la nena
y pelotas y aviones y juegos de química al varón
el novio que te revisa el teléfono y el facebook
la mina que dice de otra mina que parece una puta con esa ropa
la mamá que sueña un príncipe azul para yerno
el papá que paga por sexo con nenas de la edad de su hija
el novio que no coge con la novia por respeto
y sale de putas después de acompañarla a casa
los compañeros profesionales que en vez de escucharte
lo que tenés para decir en la reunión,
te piden que sirvas el café o hagas el mate
la marca de detergente que sólo te habla a vos, mujer
el médico que te hace cesárea sin necesidad
o el que te hace la episiotomía de rutina
la enfermera que te grita: bancátela, bien que te gustó hacerlo
o la que te ata a la camilla para parir
el marido que te prohíbe trabajar
o el que te esconde los documentos y la plata
o el que te controla los ingresos y egresos
la caricatura política diaria
el chiste de mierda, las propagandas,
Tinelli, la novela turca, los concursos de belleza
el que te obliga a hacer algo en la cama
que no deseás, el que se fija sólo en su placer
el que te dice: ahora no me podés dejar así
el que te humilla, el que te adjetiva, el que te menosprecia
el que te caga a trompadas
el que te aísla, te controla, te cela, te sigue
el que me dijo el primer piropo grosero
a los doce años, el que me tocó contra mi voluntad
en el boliche de moda, en todos los boliches de moda
el compañero que te manda a barrer el piso del local del partido
el compañero que no cuestiona sus privilegios
el que recibe un cheque más gordo sólo por tener pene
y se calla y se lo guarda en el bolsillo
el pelotudo que pregunta ¿y el día del varón, eh?
la mamá que obliga a la nena a levantar
los platos sucios de sus hermanos varones
la pelotuda que rápido vuelve a aclarar
pero mirá que yo soy femenina, no feminista
la que se burla de que no me pinto
la que se burla de que vos no te depilás
la que se burla de que no calzás tacones
la que se ríe de que compro libros y no carteras
el compañero que me mira las tetas
Todos unidos frente al televisor
preguntándose cómo puede ser
que asesinaron a otra mina.[9]
Para que no siga haciendo falta agregarle a este poema la línea que le falta:
La psicoanalista que nos explica que el hombre es el lobo del hombre
* Ariel Antar Lerner:
Psicólogo (UBA), ariel.antar.lerner@gmail.com
[1] El aire irrespirable - Página 12 [2] Tocamos estos problemas en «El psicoanálisis, siniestrado. Aportes de El Anti-Edipo para conjurar la forclusión del campo social en el deseo», en Revista Transversales N°1 [3] A la luz del feminismo y los movimientos de mujeres, la obra freudiana es evidente y abiertamente patriarcal. En el fondo, se habla sin tapujos de una mujer que es inferior al hombre, de un hombre que es superior a la mujer. [4] Aquí el nombre Máquina es un guiño a los conceptos de máquina deseante y de agenciamiento de Gilles Deleuze y Félix Guattari. En clave de estos autores, podemos pensar que la pulsión agresiva –como el deseo– no existe sino dispuesta o maquinada, nunca está situada por fuera de un agenciamiento determinado. [5] Relatos salvajes es una película argentina de 2014 escrita y dirigida por Damián Szifrón. [6] La lista de «noticias» podría ser infinita, mucho más heterogénea y terriblemente más cruel. Hicimos una selección arbitraria y acotada. [7] En el artículo completo, ofrecemos algunos conceptos e ideas (de Ignacio Lewkowicz, de Marcelo Percia, de Paolo Virno, y de Gilles Deleuze) que creemos que ayudan a pensar cómo las condiciones históricas, institucionales, sociales, culturales, familiares, situacionales, instituyen modos de vivir y de ser, contra la idea de «naturaleza humana» que pretende que somos hombres lobo de lxs demás y que esa realidad humana es inexorable. [8] En este terreno, entre lxs analistas más lúcidxs que conocemos, podemos nombrar al francés Félix Guattari y al argentino Marcelo Percia. [9] Poema «Ni una menos» de Itatí Schvartzman
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