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La tenue luz de las luciérnagas.

Actualizado: 10 dic




En una época de terrible desmantelamiento de la institucionalidad, específicamente marcado en relación a políticas para prevenir y erradicar violencias, celebramos esta "tenue luz". El libro "La tenue luz de las luciérnagas. Cartografías de una experiencia: intervenciones frente al abuso sexual intrafamiliar contra infancias y adolescencias" de Andrea V. Quaranta y Nadina M. Goldwaser fue declarado de Interés de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para la Comunicación Social y para la Promoción y Defensa de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes.



El libro "La tenue luz de las luciérnagas. Cartografías de una experiencia: intervenciones frente al abuso sexual intrafamiliar contra infancias y adolescencias" de Andrea V. Quaranta y Nadina M. Goldwaser, publicado por Editorial Letra Viva ganó en el año 2022 la Primera Mención del Séptimo concurso libro de ensayo 30 años de la revista y la editorial Topía 2020/2021. El jurado estuvo integrado por: Úrsula Hauser, Irene Meler, Juan Carlos Volnovich, Vicente Zito Lema y Enrique Carpintero. 

Fue también declarado de Interés de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para la Comunicación Social y para la Promoción y Defensa de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes. (Declaración n° 454 del 22 de Agosto de 2024). 

Es una obra que busca hacer aportes para comprender desde los campos psicológico y jurídico la problemática respecto del abuso sexual contra las infancias dentro del entorno familiar.


A continuación se presentan algunos fragmentos de la obra: 


(…) Cuando se habla de ternura, Ulloa señala que, lejos de referirse a lo “blando del amor” connota más bien el escenario en el que el sujeto adquiere su condición ética. Para no claudicar ante la crueldad, el escenario de la ternura promueve el reconocimiento del otro como distinto y ajeno y la empatía como garante de su autonomía. Ternura que nos da permiso para jugar, para celebrar lo que la vida tenga para celebrar. Ternura como sinónimo de buen trato. Un buen trato del que derivan todos los “tratamientos” que el sujeto recibe a lo largo de la vida, en relación a la salud, la educación, el trabajo, de hecho al amor. También de buen trato proviene “contrato social”.[1] Reconocer al otro, escucharlo en su singularidad, establecer con él lazos afectivos que permitan reconstruir lo dañado en los vínculos, relanzar la apuesta hacia lugares más saludables que puedan ser nuevamente habitados, habilitarse a habilitar, legitimar a otro alojando lo que ha sido desalojado, destituido y degradado por la violencia. De eso se trata, en definitiva, la ética del reconocimiento. El reconocimiento de la alteridad en la clínica del abuso se hace posible también gracias al trabajo vincular entre pares, con lazos de paridad entre colegas que puedan armar red. El sostén de lo colectivo como resistencia es mucho más que la suma de los conocimientos de cada profesional que interviene en la situación. Así como consideramos siempre la inclusión de lo fraterno (cuando esto es posible) como uno de los vínculos privilegiados para con los niños y niñas que han padecido abusos, así también pensamos el trabajo entre pares a la hora de abordar las intervenciones. Los pares son quienes sostienen y arman trama. Es con ellos con quienes podemos cartografiar lo inexistente pero potencialmente posible para avanzar en estos procesos. Favorecer la escucha común es lo que nos permite, en el trabajo conjunto, contrarrestar, desde la ternura y el reconocimiento del otro como conceptos éticos, los que podrían ser destinos inexorables ante la impunidad que se nos impone.



Sobre las luciérnagas 

Y, ante todo, ¿Han desaparecido verdaderamente las luciérnagas? ¿Han desaparecido todas? ¿Emiten aún -pero ¿dónde?- sus maravillosas señales intermitentes?

 Didi-Huberman 

Supervivencia de las luciérnagas 


Mucho se ha dicho y se dice sobre lo desesperanzador que es trabajar en relación a la temática del abuso. A pesar de algunas perspectivas desilusionadas que repiten “nada se puede hacer”, sostenemos que (si es que somos capaces de mirar en lo más profundo de la noche) es necesario captar algún resplandor al que aferrarse. Luciérnagas con la fragilidad de su luz intermitente. Luz que puede desaparecer fácilmente. Su desaparición implica fracaso y desesperación. Didi Huberman (2012) propone comparar las luciérnagas con nuestro “malestar en la cultura”. Señala que, a pesar de que una parte de la sociedad está convencida de que las luciérnagas han desaparecido en la noche, lo que ha sucedido en verdad es que ellas, con su lucecita incandescente, han dejado de ser percibidas por la “cegadora claridad de los feroces reflectores”.

 Quedarse mirando siempre desde el mismo lugar nos hace perder hasta el vestigio tenue y sutil que deja la luz, la estela que queda aún visible en la oscuridad luego de que ésta se ha ido. En el silencio de la noche, si se agudizan los sentidos, se comienzan a percibir sonidos: señales, indicios, intermitencias, resplandores, luminiscencia sutil que se nutre de otras energías para emitir luz. Hacer aparecer las luciérnagas en la problemática que nos convoca, implica un quehacer colectivo, sin duda. Y coraje y poesía: “fracturar el lenguaje, quebrar las apariencias, desunir la unidad del tiempo”.

La pregunta surge siempre, ante cada nueva situación que nos convoca: ¿Nada más se puede hacer? Se trata quizás de un trabajo de resistencia y en resistencia. Mirar más allá de lo evidente, en los intersticios, en los otros posibles, observar los resplandores para lograr trabajar con pibas y pibes que, entre la fulgurante luz de los reflectores y la oscura noche, ni vencedores ni vencidos, puedan ser escuchados, legitimada su voz y su palabra, su potencia vital. También su derecho a la memoria, al recuerdo y al olvido. 



Notas:

[1] Ulloa, F., Seminario internacional La escuela media hoy. Desafíos, debates, perspectivas. Del 5 al 8 de abril de 2005 en Huerta Grande, Córdoba. Panel: Brecha social, diversidad cultural y escuela.



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