De forma abreviada y sugerente Rodrigo Aguilera Hunt plantea una conceptualización de lo inconsciente como indisociable de la política a nivel conceptual para desarrollar a partir de ello reflexiones ligadas a la praxis -fundamentalmente psicoanalítica- que pretende revelar el necesario ejercicio de lucha por un sentido crítico y emancipatorio de la subjetividad humana, sea en contextos de demanda clínica como en articulaciones colectivas de carácter popular.
por Rodrigo Aguilera Hunt*
Quizá, politizar lo inconsciente, sea desligar este último concepto de toda tentativa teórica y civilizatoria de insertarlo en la deriva psicologizante (gramática individual, biologicista e interna). En otras palabras, concebir lo inconsciente como aquel territorio que permite subvertir el sentido común, ergo ideológico, que versa que sufrimos y gozamos en soledad y por motivos también solitarios. Quizá se trata de revelar el carácter mediatizado y esquivo de aquello que consideramos inmediato y evidente. Lo fenoménicamente vivido como individual, espontáneo e interno estaría estructurado por mediaciones –he aquí lo inconsciente- que incorporan de suyo la dimensión política y transindividual: el lenguaje, los lazos sociales, la historia, las instituciones, los dispositivos, los saberes de época, las tradiciones, la economía, etc. En definitiva, lo que en nominamos -desde Lacan- el Otro.
El ejercicio de una praxis que opere con lo inconsciente –entre ellas el psicoanálisis- implica un trabajo con miras a articularse al Otro de un modo distinto al que se ha automatizado. Quizá sea producir un sujeto nuevo con los residuos de la subjetivación. El pasaje desde la sobredeterminación y el automatismo de repetición a la potencia creativa de lo contingente y proliferante.
A la luz y a la sombra de estas imágenes sugerentes, podríamos decir que politizar lo inconsciente no es más que nominar y vectorizar la que quizá sea una de sus cualidades fundamentales e inherentes: “lo político”[1]. El carácter político de lo inconsciente, permite sostener que no es reductible a un emergente individual u orgánico, aunque trastoque a ambas dimensiones. Lo inconsciente no es auto-fundado, sino intervalar: su topología es el “entre”, coincidente con lo político. Lo inconsciente atestigua el carácter mismo de la vida social: ser polimorfa, simbólica, multívoca, conflictiva y fisurada.
La producción de lo inconsciente está encalada al discurso del Otro en tanto reservorio y producción impersonal de significantes. Significantes que concebiremos no reducidos a palabras o fonemas, sino comprendidos como operaciones que pueden engarzarse a todo emergente humano susceptible de ser inscrito en un campo de significación. Un significante es un enigma que requiere de otros significantes y de (a lo menos) una alteridad enunciativa para advenir a la significación y a la politización. Lacan enuncia: “Que el Otro sea para el sujeto el lugar de su causa significante no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto puede ser causa de sí” (1966, p.3).
Lo inconsciente no puede ser concebido sin las materialidades inmanentes de su producción: relaciones de poder, formaciones de la ideología, encarnaduras de la mitología, nervaduras de la economía, intersticios de las corporalidades, textualidades de las instituciones, apuntalamientos e inmixiones con la alteridad, etc.
Cuando hablamos de fantasías, síntomas, lapsus, olvidos, sueños, transferencias, discursos, fenómenos de masa, entre otras formaciones típicamente ligadas a lo inconsciente, se trata siempre de un enigma, un mensaje, una metáfora… es decir, un elemento que adviene como una pregunta a ser leída (escuchada y escrita). Sabemos que toda lectura requiere de más de una instancia o agenciamiento, ya que el saber es una articulación, en un amplio sentido, dialéctico-político.
El carácter conservador o subversivo da la(s) política(s) del inconsciente no está dado por ningún a priori trascendental. Tampoco hay una praxis (político popular, psicoanalítica, esquizoanalítica, etc.) que per se asegure tal vector. Más bien, el inconsciente siempre está sometido a una permanente lucha por su dirección y sentido.
Lo inconsciente responde a la demanda del Otro, a las instituciones, a la ley, a las gramáticas discursivas epocales, a las hegemonías de praxis de subjetivación de los cuerpos, a las economías políticas contingentes, etc. no obstante, paradójicamente aquello que puede sustraerse, resistir y dislocar dichos precipitados es precisamente la potencia imaginativa de lo inconsciente. De allí la matriz paradojal de lo inconsciente como repetición y diferencia. En esta paradoja se juega la clínica psicoanalítica y su textualidad entre analista(s) y analizante(s).
Para dar cuenta de estas conceptualizaciones, los recortes y viñetas de escenas cinematográficas, fenómenos sociales, sesiones clínicas, etc. son potencialmente infinitas. Sólo en aras de sugerir y dibujar algunas reflexiones finales tomemos un ejemplo:
Cuando un pueblo insurrecto grita en una revuelta: “No tenemos miedo” podemos preguntarnos ¿Qué se dice en aquello que se dice? (he allí el enigma significante).
Obviamente, trabajar esta pregunta en forma sucinta y descontextualizada resultaría un ejercicio inocuo, no obstante, para efectos de ilustrar algo del argumento presentado diremos que politizar dicho discurso (que ya es político) permite abrir una multiplicidad de producciones de sentido. Politizar es dinamizar lo político en un determinado horizonte Politizar es simplemente un pasaje: hay algo producido políticamente, que muestra su rostro de doble faz: como malestar y como vector emancipatorio. El pasaje es leer el malestar y escribir la emancipación. Leer la demanda y escribir el deseo. Con escribir, entiéndase también articular, actuar, trazar…
Por caso, en el “no tenemos miedo” habla la fuerza opresora del Estado ante la que -se teme y no se teme- habla la formación reactiva frente al temor, habla la articulación y modulación de los afectos en un colectivo, habla un mensaje de coraje, hablan todes quienes antes callaron, habla un horizonte de imaginación divergente del instituido, habla un malestar social, hablan modos de vida que proliferan, habla la heterogeneidad en la equivalencia del afecto, hablan los significantes no, tenemos y miedo, habla quien lee este escrito mientras piensa en la pertinencia de sus enunciados.
[1] En este breve escrito no haremos distinciones conceptuales entre “la política” y “lo político” a sabiendas de que, en politología, por ejemplo en la obra de Chantal Mouffe, entre otras, se realiza dicha diferenciación asignando de un lado a los movimientos populares, sociales, discursivos, etc. y al otro, la institucionalización y sedimentación de los mismos.
Referencias:
Lacan, J. (1966) “Acerca de la estructura como mixtura de una Otredad, condición sine qua non de absolutamente cualquier sujeto. Baltimore. 21 de octubre de 1966”. Acheronta Revista de Psicoanálisis y Cultura. 2009. Web. 21 de mayo de 2021.
* Psicoanalista ICHPA. rodrigoaguilerahunt@gmail.com
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