Segunda parte del artículo donde Exequiel Maffei nos ofrece dialogar con diversxs autorxs (Silvia Bleichmar, C.Jung, Mark Fisher, Spinoza), motivado por preguntas sobre los efectos de las composiciones disciplinares en su relación con la escucha clínica, los procesos sociales y la subjetividad.
por Exequiel Maffei*
Continuamos con lo expuesto en la primera parte de este trabajo:
Nuestra práctica posee un realismo, no allá a lo lejos, en un mundo de las ideas desenlazadas de la experiencia, sino acá, junto al cuerpo.
Evocando las resonancias de nuestra primera pregunta:
¿Con qué componemos nuestro cuerpo teórico?
Envolturas
Si a ciertas manifestaciones que llamamos ataque de pánico a veces las podemos comprender como el rescate de un ataque interno inmetabolizable, al cual se lo bordea con los sentidos de la muerte imaginaria, tal vez estemos hablando de ésta, como una invocación. Un imaginario al servicio de rescate del sujeto hacia la posibilidad de actualizar sus potencias.
Como buenos consumistas de la felicidad, este equilibrio conquistado no es el que esperaríamos. Nos encantaría, claro, que no ejerciera perturbación alguna. Se espera de un rescate que nos de placer o, al menos, que respondiera con obediencia al principio de Nirvana.
Pero ya cuando Freud plantea que de una amenaza interna no se puede salir corriendo, nos transmite fragmentos de ese pánico. Momentos donde la autopercepción y la identidad son puestas en riesgo. Donde la autopreservación del yo peligra. Ésta, puede coincidir o no, con un peligro que amenace la autoconservación biológica.
Otras veces, las resonancias afectivas disuelven los bordes del yo moviéndolo hacia el otro lado de un continuum: hacia un nosotrxs.
Las envolturas de un sí-mismo no corresponden necesariamente a los bordes de un monigote al que le atribuimos el reflejo de la forma humana, antropomorfismo capacitista en su versión más viralizada.
“No te establezcas en una forma, adáptala y construye la tuya propia, y déjala crecer, sé como el agua. Vacía tu mente, sé amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza se convierte en la taza. Si pones agua en una botella se convierte en la botella. Si la pones en una tetera se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede chocar. Sé agua, amigo mío”.[1]
Las imágenes evocan imágenes. Exceden a las impresiones como también a los dominios del significado y el sentido. La idea de espacialidad (velocidad, distancia, profundidad) e intensidad, en sus relaciones con el registro propioceptivo dan cuenta de ello.
Sabemos cómo la imaginarización ocupa un rol importante en ciertas actividades, como por ejemplo la práctica de canto o en las artes marciales, donde resulta parte de un estadio previo a aquel en que el cuerpo se moviliza o reacciona sin pensamiento.
Hay momentos en que el sujeto puede estar en suspensión sin caerse, aquellos en los que se produce un des-centramiento de la subjetividad. Donde las intensidades variables se manifiestan en líneas que difuminan la formalidad actual sin por ello arrastrar a la desintegración. Momentos donde perderse alejándose de la pretensión de dominio de un mundo circundante no equivale al abandono de todo cuidado. Existen otras formas de organizarse.
Las formas exteriores
Toda una tecnología de los afectos es producida con el objeto de adentrarnos en un laberinto de espejos de ideas-imágenes prediseñadas con el propósito de dirigir voluntades comandadas por intereses económicos con el fin de desafectarnos de un mundo compartido. Solipsismo racionalista reinvestido por diseño.
Mientras escribo la IA avanza en sus aprendizajes. Los dispositivos tecnológicos que se desarrollan a nuestra imagen y semejanza nos empujan a nuevos territorios. Si llegase el caso de que la producción de pensamiento y la síntesis de audio llegara a confundirnos sobre si al momento de hablar lo estamos haciendo con un ser humano o una máquina, las nociones de semejante quedan suspendidas, o al menos, reconfiguradas. Aunque para algunxs, luego de creer en la palabra de un software, aquella perdería su valor al momento de enterarse de la fuente, en todo caso, lo que podemos intuir es la fuerza de la transferencia y la emergencia de nuevas formas de la pregunta sobre la otredad. No olvidemos que también somos máquinas.
¿Es la otredad patrimonio de lo humano? No creo que sea así, de igual manera que la objetalidad no es una cualidad inherente a los “objetos”. Pero no debemos excluir en el análisis, ese más allá de nuestra capacidad de ser afectadxs, la posible corroboración de nuestras afectaciones en lx otrx, tiempo constitutivo elemental del sujeto ético. Registro de afectación otra, muchas veces, posibilitada por la imagen de un cuerpo.
Volviendo al campo meramente informático, si las IA están delimitadas por sesgos producidos en los algoritmos que trabajan con los sentidos comunes humanos ¿Acaso no es la IA la materialización de un Inconsciente Colectivo? Un espejo de las producciones de subjetividad efecto de los mecanismos de proyección colectiva centrados en la significación.
Vemos su corporalidad en redes, bytes, imágenes y códigos. Sabemos de su materialidad antes de sus efectos. Por el momento, así planteada, la virtualidad posee una dimensión tangible, de correlaciones empíricas aún mayores que la que pudiéramos adjudicar a los objetos de una metapsicología o neurología.
Pero, considerando lo real como aquello que escapa a la simbolización, será a través de nuevas imaginaciones en los mundos que vendrán, con modos de vinculación y condiciones laborales inéditas, donde en el campo de lo humano emergerá el afecto en su potencia transformadora.
Espacios transicionales
En este punto, consideremos el campo de la pulsión, ya no como mera condición constitutiva del aparato psíquico, sino como plural vibracional de organismos que desdibujan al individuo. Éste será el campo de disputa de toda política de los afectos y de la ética: La materialidad erógena.
¿No es acaso la pulsión la representación con que intuimos las formas en que los humanos hacemos redes? No olvidemos que ella es previa a la instalación del narcisismo.
En la clínica, somos parte del despliegue de un espacio de emergencia de elementos heterogéneos, de legalidades diversas. Sostenemos las condiciones de posibilidad para poder recomenzar desde, como diría Laplanche, una teorética (situada), una postura abierta a la revisión teórica frente a los acontecimientos en la praxis misma. Es esta opción política nuestra pausa. Aún posible de elegir sin perder la especificidad de nuestro campo de intervención y de producción de conocimiento, evitando caer en la insidiosa imposición de una cosmovisión.
Afecto
Sobre el concepto de pulsión se ha teorizado la edificación de la cultura, donde ésta, articula sus derivaciones. Hablamos de cultura en términos de una formalidad seteada por sentidos antropocéntricos y androcentristas.
Son los mundos en significación los que se estructuran en base a un espacio transicional de las resonancias. Sostener esta tensión permite salir de la captura alienante de un movimiento masivo pensado por otrx, como también, evitar que el solipsismo nos encierre en esa otra captura, la de mi individualidad.
Un mundo se amplía porque otros mundos se inventan. Reconfiguración vital situada, también, en el entretejido de las transferencias.
“Lo que afecta -lo aprendí, y es una dimensión importante de la ecología de los sentires- pide relevo, reposición: “Haz pasar lo que afecta, afecta también a otros”. Lo que nos afecta responde a una ecología de lo viral; a falta de huéspedes, lo que afecta se marchita y no podrá afectar a nadie más. Lo que afecta me requiere”[2].
Aquí le damos lugar al campo de la imaginación y su relación con lo real. Las huellas mnémicas, trazos de realidad, insisten en perseverar en su ser. Se complejizan en ligazones entrando en contacto también con elementos que se despliegan en un plano intersubjetivo. El recuerdo es un ejercicio colectivo. También afectivo. Si estar despierto es vincular nuestras memorias. ¿No es acaso la vigilia un sueño compartido?
Velocidad e inercia
Bajar la velocidad de la cadena significante en un momento de suspensión, tal vez sea uno de los actos de mayor emancipación para la actividad pensante.
D. Lagache nombraba un tipo particular de operaciones, las de desprendimiento[3]. Un movimiento de desligadura que partiría de la misma fuente de la defensa: el Yo.
Para Lagache el Yo se encontraría en una situación de relativa autonomía respecto a las otras instancias y tendría la capacidad de levantar ciertas defensas, operatoria posible mediante un aspecto del yo al que llama yo constituyente, tendiente a la realización de las posibilidades a través del juicio y el discernimiento.
Aun, a riesgo de caer en una lectura que nos entrampe en la idea de un individuo aislado y autosuficiente, rescato cierto espíritu de su conceptualización con la que resoné: quizás se encuentre dentro de la misma subjetividad producida las potenciales sendas por donde ver la luz provenientes de sus grietas. Incluso aunque sea a través del mandato de un Yo que tiende continuamente al cierre de sentido.
A menos que aceptemos des-humanizar a quienes históricamente se les ha llamado “alienadxs”, se nos presenta visible que es a través de las producciones yoicas por donde se despliega lo que al mismo le es ajeno, aunque provengan de otro lugar. En las relaciones entre el sujeto y el territorio del yo distinguimos momentos de lineamientos y momentos de suspensión.
Des-corporización
Vemos como los dispositivos sociales son impulsados al desarme de dos puntos fundamentales para la inventiva de nuevos agenciamientos:
El ataque a las identidades, hecho consumado desde el progresivo avance contra los puntos de tejido que permiten toda historicidad, a favor de un presente eterno mediado por pantallas que evitan que la mirada pueda des-configurarse fácilmente.
Y por otro lado, los dispositivos de disciplinamiento que efectúan capturas a través de estrategia de exclusividad en tanto oferta de sentido totalizador en relación al deseo, también operan a nivel corporal cancelando, o más tempranamente imposibilitando, la erogenización variable.
Desensibilizan el cuerpo o directamente evitan el despliegue libidinal haciendo las veces de contra-vías colaterales, privilegiando los órganos que la maquinaria biotecnomercantil mantiene en su agenda de control industrial.
Es un ataque vital.
Se intuye que la “realidad de la virtualidad” se impondrá colonizando los territorios de la interioridad. No se necesitaran de ojos u oídos, que bien podrían cerrarse, taparse o desgastarse, si la imagen actúa como real instrumentalizada a través de chips neuronales.
Lo vivenciado residual
Fragmentos de realidad insisten. Lo vivenciado no inscripto circula libremente por fuera de los procesos primario y secundario. Elementos que emergen por fuera de las corrientes que la condensación y el desplazamiento podrían sugerir. Hablamos de lo arcaico. En su activación, acarrean afecto. A veces, como restos traumáticos sobreinvestidos, produciendo manifestaciones de altos niveles de angustia, fenómenos de despersonalización o “alucinaciones perceptuales”. Otras, nos atraen inexplicablemente a sensaciones que luego cualificaremos con lo que la cultura nos ofrece en el lenguaje. Son restos de lo vivenciado, signos de percepción.
Como señala Ariel Viguera, en la obra freudiana puede rastrearse la vinculación de los signos de percepción con la cualidad de lo hipernítido:
“...los elementos hipernítidos se presentan justamente como aquellos fragmentos de materialidad psíquica que logran escapar tanto al proceso represivo como a la capacidad ligadora del Yo”[4].
Imaginación
El concepto de imaginación radical[5] de Castoriadis nos acerca un modo de pensar la creación ex-nihilo en el plano de la psique. Un flujo de creación incesante de representaciones, afectos y deseos. Campo ya puesto en relación por Bleichmar con los signos de percepción. Estos últimos darían cuenta de la neocreación, chispa que comienza en la fundación de una nueva materialidad gracias al encuentro con lo real en los primerísimos tiempos de la constitución psíquica.
Jung también exploró un campo de activación creativo al trabajar con las imágenes del psiquismo en sus prácticas de Imaginación Activa[6], donde se propicia el desarrollo de una experiencia vivencial-fenomenológica en el encuentro con contenidos inconscientes.
Haciendo dialogar cuerpos teóricos tan distantes, podríamos construir: Ahí donde los signos de percepción lindan con los arquetipos es en la emergencia a-causal de fragmentos. En la contingencia de los encuentros donde son activados. Emergencia alejada de la voluntad, por fuera de los procesos primario y secundario. O como propone Ariel Viguera, la irrupción de una tercera legalidad: la indiciaria. Legalidad que “...para el sujeto se traduce en una sensación de que todo lo que le ocurre es del orden de lo arbitrario”[7].
Lo numinoso en los arquetipos ¿Podrá analogarse a lo hipernítido y enigmático vinculado a los signos de percepción?
Politizar la Inmanencia
Son las formas con las que el afecto se enmarca haciendo de lo vivible posible de enunciar las herramientas que nos ayudan a significar, a inscribir como conocimiento aquello que irrumpe. También produciendo impensables.
Ya sean en las conceptualizaciones de un Freud biologicista con sus fantasías primordiales o en el Jung que rastreó las manifestaciones de las estructuras desde donde emergerían las formas del mundo, vemos los intentos de articulación onto-filogenéticos para dar cuenta de las relaciones entre la materialidad física y la materialidad psíquica. Por momentos el trasfondo de los debates recaen sobre posiciones trascendentes, donde no se deja de ubicar en el centro al sujeto cognoscente, a la razón o a la propia especie.
Spinoza resuelve de otro modo, rompiendo en su Ética [8] todo ordenamiento jerárquico de los elementos. A este espíritu invocamos.
Junto al realismo del Inconsciente al que nos invita Laplanche, nos movemos en los márgenes de un cuerpo teórico que nos permite dar cuenta de las materialidades con las que trabajamos, a la vez de interpelar nuestra disponibilidad en el ejercicio de la práctica sometiendo a caución nuestros propios arrojos al sentido en la que la comodidad de lo ya dicho nos abraza.
Apuesta a la metapsicología de lo originario como herramienta en diálogo con aquellos imaginarios que nos habilitan a poder alojar lo diverso en clave intensiva.
Politizar la inmanencia será quizás dejarse afectar difuminando las líneas del juego y la realidad. Movimientos continuos de articulación entre identificación y suspensión, entre teorización anticipada y recepción activa. Politizar la inmanencia se referencia también en la emancipación crítica de la palabra como primacía significante. La emergencia de un espacio para la ampliación de los campos representacionales que favorezca la historicidad que liga el malestar llama a su construcción en un presente continuo, una invención constante. Pulsa.
¿Qué dicen nuestras imágenes?
Podría ser que salir de la dramatización del teatro abstracto de lo representable, implique no restarle cuerpo a todo aquello que afecta, aun si es imaginado. Trabajamos con el despliegue de materialidades diversas, y a las producciones yoicas las tomaremos como legítimas representantes subjetivas. Como venimos articulando, res cogitans/res extensum, Prcc/Incc, realidad psíquica/realidad física, las consideraremos como los atributos diversos de una misma sustancia, aunque hablemos de espacios heterogéneos de registros singularizados.
Ante los realismos nos preguntamos ¿Hay alternativa?
Al menos podemos darle realidad a la fuga que los procesos de neogénesis instituyen en todo entramado, a diversos niveles, incluso dentro de nuestros cuerpos teóricos.
En la clínica, dos actitudes que no intentan fagocitarse entre sí: un tiempo de la forma, un tiempo de alojamiento. En palabras de Deleuze, un campo actual, un campo virtual.[9].
Que la materialidad de la palabra no nos arranque de la experiencia de las intensidades. Disponibilidad y anticipación dándose lugar en movimiento continuo.
Lo arcaico se activa en los encuentros, y en esa apertura en la que no respeta temporalidades, nos invita a transformarlos a una nueva materialidad efecto de devolver los restos al espacio donde nunca pertenecieron, porque de él han perdido toda referencia: un campo inter-vital. Esto es: un acto artístico. Recomposición y resimbolización, no sin otrxs. Al decir de D. Haraway, generar-con, simpoiesis [10].
En medio de todo esto ¿Qué nuevas formas podrán emerger?
Si con Fisher pensamos en una apuesta que consiste en reencontrar las potencias en la búsqueda de un proceso político y no en la mercancía, el retorno para tal objeto será entonces aquel que politice la identidad arrancándola de su signo de valor en-sí en su simple relación de exclusividad a un mercado de las subjetividades.
Extraer la imagen del mero artificio mercantil corresponde a estar atentos a ubicar las aberturas hacia una vida menos auto-opresiva, y en nuestra resonancia con otrxs existenciarios, no apurar movimientos para que encajen en ideales teóricos preformados. Considerar la pausa.
¿Hacia dónde se dirige nuestra atención?
Si en la trascendencia, lo espiritual se ubica arriba, en la inmanencia la presencia está entre nosotrxs.
Abandonando la pretensión teleológica de llegar a un fin más perfecto, algo se nos presenta en la brecha: la potencia de la incertidumbre ante el efecto de mis agenciamientos.
Porque aun puedo decidir con qué compongo frenando los automatismos de aquellos enunciados que se me aparecían como la última e indiscutible realidad.
Notas:
[1] Lee, Bruce. Entrevista en “The Pierre Berton Show". 1971
[2] Despret, Vinciane. “A la salud de los muertos. Relatos de quienes quedan”. Editorial Cactus. Buenos Aires. 2021. Pág. 84
[3] Lagache, Daniel. “El psicoanálisis y la estructura de la personalidad”. Editorial La Lucerna. 2005
[4] Viguera, Ariel. “Justificación del concepto signos de percepción para una metapsicología de lo originario”. UNLP. 2013. Pág.262
[5] Castoriadis, Cornelius. “Ontología de la Creación”. Revista Ensayo y Error: Colección Pensamiento crítico contemporáneo. Bogotá. 1997
[6] Jung, Carl Gustav. “Tipos Psicológicos” en Obra Completa Volumen 6. Editorial Trotta. Madrid. 2013
[7] Viguera, Ariel. “Justificación del concepto signos de percepción para una metapsicología de lo originario”. UNLP. 2013. Pág.310
[8] Spinoza, Baruch. “Ética demostrada según el orden geométrico”. Editora Nacional. Madrid. 1980
[9] Deleuze, Gilles. “L’actuel et le virtuel” en Deleuze, Gilles y Parnet, Claire, Dialogues. Flammarion. 1996, pp. 177-185
[10] Haraway, Donna. “Seguir con el problema”. Editorial Consonni. 2019.
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