En 2021, el tema del Día Mundial de la salud mental es la “Salud mental en un mundo desigual”, centrándose en las consecuencias de las disparidades y la necesidad de abordar el estigma, la discriminación y las violaciones de los derechos humanos.
El Día Mundial de la Salud Mental se celebra cada 10 de octubre desde 1992, y es promovido por la Federación Mundial de la Salud Mental y cuenta con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud. Cada año, el evento tiene como objetivo crear conciencia, educar y disminuir el estigma en torno a la salud mental. Este año el lema es "Salud Mental en un mundo desigual" señalando la importancia de los factores socioeconomicos y políticos sobre la salud.
En el informe de la Naciones Unidas de 2019 “Derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental” se desarrolla el tema que se encuentra en agenda desde hace un tiempo: “La explicación de las desigualdades en materia de salud mental va mucho más allá de lo biológico y lo individual y se extiende a lo social, lo económico y lo político. La vida de las personas se ve a menudo limitada por leyes y estructuras de gobierno y poder no equitativas, así como por políticas que estratifican a la sociedad, lo que afecta profundamente a las relaciones humanas y a la forma en que las personas actúan a lo largo de sus vidas.” El derecho a la salud mental intenta complementar esta idea con “el requisito de que a nadie se le niegue el acceso a un entorno psicosocial saludable para mantener su bienestar, y que toda persona tenga derecho a una vida con respeto, con nexos sociales, con igualdad de oportunidades y con dignidad”. Un año antes, una comisión interdisciplinaria conformada por expertos en salud pública de la revista Lancet declaró que la investigación muestra consistentemente una fuerte asociación entre las inequidades sociales y los padecimientos psicosociales.
En paralelo, hace unos días me encontré en un diario digital local con una nota que adelantaba anunciar cual es el aporte de las neurociencias para mejorar la salud mental y lograr el bienestar integral. Como psiquiatra inserta en un medio donde el modelo biomédico predomina, muchas veces me hago la misma pregunta.
Se trataba de una nota para la difusión de un simposio internacional con expertos en ciencias cognitivas enfocado en el “desarrollo de las personas y comunidades desde la perspectiva de las neurociencias”. De acuerdo con la coordinadora del evento, citada en la misma nota, las neurociencias brindan la base científica del conocimiento sobre cómo se relaciona el bienestar con el cerebro, y es a partir de su avance y el desarrollo de la tecnología que se pudo descubrir que el bienestar produce cambios positivos en el cerebro, lo que permite identificar distintas formas de promoverlo. Además, se propone ofrecer a lxs participantes herramientas prácticas para alcanzar un mayor bienestar en el entorno que nos rodea, así como un espacio dedicado a la educación para el desarrollo de competencias emocionales que mejoren la convivencia y el rendimiento dentro del ámbito educativo.
El enfoque biomédico, orientado a la enfermedad, se enfoca más en intervenciones individuales que sociales. Y en esa línea, la dependencia de las explicaciones biomédicas de los problemas de salud mental desvía la atención de las políticas basadas en los derechos y medidas que promueven la salud, generando que recaiga sobre las personas (de manera individual) la carga de gestionar y afrontar daños que son sistémicos.
Aunque la era biomédica ha aportado algunas tecnologías innovadoras, a esta altura podemos decir que las neurociencias no han producido los hallazgos necesarios para ofrecer las pruebas y tratamientos biológicos específicos que predicen desde la década de 1970. Además, la aceptación generalizada del modelo biomédico no ha reducido el estigma asociado a los problemas de salud mental y parece profundizar el pesimismo asociado a los pronósticos y la desesperanza en quienes atraviesan un padecimiento y sus allegadxs.
Las opiniones sobre la importancia relativa de las causas biológicas y sociales de los padecimientos psíquicos han variado de un extremo a otro en los últimos 50 años. En consonancia con la temática propuesta por la OMS este año, Vivian Pender, presidenta de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), se pronunció marcando la necesidad de que lxs psiquiatras sean más conscientes del contexto global en el que ocurren los problemas de salud mental. La pandemia de COVID-19 ha centrado aún más la atención en la importancia de los determinantes sociales de la salud hasta el punto que el año pasado, Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA por sus siglas en inglés) y una de las principales promotoras del modelo biomédico, ha comenzado a reconocer que factores como la falta de vivienda, el desempleo y el aislamiento pueden hacer que las personas sean más vulnerables a las drogas y menos propensas a recuperarse.
La conceptualización de los determinantes sociales de la salud mental requiere concentrarse en las relaciones y la vinculación social, lo que exige intervenciones estructurales en la sociedad y fuera del sector de la salud. Algunas intervenciones enfocadas en la vivienda y el trabajo se han desarrollado para crear entornos favorables y hacer posible que las personas vivan vidas significativas, generando estructuras que valoren y faciliten la conexión social y el acceso a recursos que son componentes vitales para la salud. Desde esta perspectiva, la buena salud mental se logra cambiando las realidades de la vida diaria de las personas.
Las estrategias actuales no abordan de modo adecuado las conexiones e intersecciones entre los diferentes dominios de la vida social que hacen imposible una buena salud. Parece necesario un cambio, a nivel de todo el sistema, que aunque esté formulado en leyes, programas y documentos, no suele llevarse a cabo en la práctica. Este cambio requiere que ajustemos nuestras concepciones sobre la importancia de los factores contextuales, socioeconómicos y políticos en la salud mental.
La “Salud Mental en un Mundo Desigual” no puede centrarse exclusivamente en promover mejores funciones cerebrales y más habilidades emocionales. Tampoco alcanza con mejorar el acceso a los tratamientos de salud mental (lo cual es absolutamente necesario), sino que debe enfocarse también en reducir las desigualdades. En el contexto social actual el acceso es solo una parte de la solución a problemas que requieren una intervención más sistémica.
Hacer una receta es claramente más fácil que solucionar las circunstancias económicas y sociales de una persona. Los tratamientos actuales, incluidos los psicofármacos y la psicoterapia, tienen sus limitaciones. No es una cuestión de descartar la importancia de los tratamientos ni de las neurociencias, si no de mirar de forma crítica nuestro saber especializado, de repensar los enfoques tradicionales que orientan nuestra práctica y dejar de sostener y profundizar las desigualdades.
Rebeca Faur. Psiquiatra. Trabajadora del Centro de Salud Mental "Dr. Arturo Ameghino" en la Ciudad de Buenos Aires.
rebecafaur@gmail.com
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