Un recorrido por una biografía escolar y la invitación a repensarla a partir de los ejes de la Educación Sexual Integral. ¿Qué pasa con las generaciones que no recibieron este tipo de educación? ¿Cómo es la brecha con quienes sí y qué pueden enseñarnos?
Fui educada en una escuela católica desde mis cinco a mis diecisiete años. Sé más de religión que de derechos humanos. Acceder a un espacio de análisis y luego estudiar psicología, posibilitó que pudiera responsabilizarme de mis deseos y anhelos; y pudiera reafirmar una posición ética alternativa al “dios así lo quiso” o “dios todo lo perdona” con el que se han justificado los crímenes más atroces.
Recuerdo varias escenas escolares y una mezcla de sentimientos, ganas de llorar y de reír a la vez. Entiendo que por ello supe desarrollar el humor como mecanismo de defensa, aprendí a transformar el dolor en “tentación” de risa.
Identifico que la apreciación de mis recuerdos de la infancia es muy distinta a la de la adolescencia. En la primaria fuimos disciplinades en la separación por sexo en casi todo: al formar fila, “tomar distancia” y en las clases de gimnasia. Yo quería hacer fútbol, pero entre mis opciones estaban gimnasia artística, vóley o hándbol. El recreo y más precisamente el patio era el único lugar donde no existían las categorías ni exigencias que aplicaban en los demás espacios que transitábamos en el colegio.
En la adolescencia empezaron a aparecer mayores exigencias y a restringirse más la libertad, lo que hizo que perdiéramos espontaneidad: algunes podían mostrarse tal cual eran, otres si lo hacían eran hostigades y entonces preferían no mostrarse o dar una imagen falsa de sí, a modo de supervivencia.
En mi educación secundaria, el colegio había sido históricamente sólo de mujeres. Fuimos el segundo curso mixto; porque un año antes empezaron a incorporar varones. Eso hizo que el régimen se pusiera aún más estricto. Había reglas implícitas y explicitas: se mira y no se toca al sexo opuesto; al mismo sexo no se lo mira; no se mira ni se toca a uno mismo. Caso contrario, a rezar a la iglesia (disponible durante todo el horario escolar). Luego de “la confesión” el cura hacía un cálculo y en base a la cantidad de nuestros pecados arrojaba un resultado: generalmente dos padres nuestros y un ave maría.
De un momento a otro este sistema de cálculo para limpiar “culpas” me dejó de resultar eficaz y sólo realizaba las visitas obligatorias a la iglesia. Reforzó mi incredulidad y sospecha cuando un cura me preguntó: “¿Que rinden hoy?”, “Tomas de Aquino”, dije yo, y me contestó: “Tomá, de aquí ¡NO!” (señalándose los genitales). Más de una vez me echaron de misa, por reírme o hablar, lo que me parecía bárbaro: que algo positivo se refuerce con algo positivo. Se convirtió eso en un modo de conducta. Me “hacía echar” cuando me encontraba en situaciones tediosas: ¡Fuera del aula! (como si fuera un castigo) y yo aprovechaba para ir a tomar mate a secretaría, que, así como el patio de la primaria funcionaba como “espacio transicional”.
Si bien tenía uno de los mejores promedios del curso, sostenido durante años, nunca fui abanderada ni escolta por tener “mala conducta”. Eso era algo que los directivos y algunos docentes no se podían explicar: ¿Cómo siendo tan inteligente tiene tan mal comportamiento? – “al final parece estúpida” – Y es que me pensaban con el concepto de inteligencia en tanto coeficiente intelectual; pero no sabían que había otros tipos de inteligencia que era necesario que desarrolláramos: la emocional, la musical, espacial, etcétera.
En la materia Doctrina Social de la Iglesia nos mostraron un video sobre un aborto realizado con algo así como un cuchillo eléctrico; un video hasta mal editado, pero, aun así, me generó tal impacto que durante varios años me dificultó poder tomar posición al respecto de la despenalización del aborto. También tuvimos una única charla de “Educación Sexual” donde nos hablaron de la reproducción humana, el ciclo menstrual y nos regalaron toallitas “femeninas” (hoy se dice toalla higiénica o sanitaria). Esa charla se dio por un lado a mujeres y por otro a varones. Me pregunto si a ellos les habrán regalado preservativos. La cuestión es que si a pesar del video del aborto, de la charla de reproducción y de todos los mensajes implícitos, “quedabas embarazada”, te tenías que ir a otra institución, eras un caso perdido. Si te hacías un aborto clandestino, sobrevivías y no lo contabas, garantizabas la vacante en el colegio.
Egresé en el año 2002 y fui testigo de una escuela siniestra, como tantas otras personas. Años más tarde, en el 2006 se sanciona (para hacer justicia) la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) que marca un antes y un después en la educación en Argentina. Establece que todes les educandes tienen derecho a recibir educación sexual integral entendiéndola como aquella que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos. Implica que la sexualidad sea pensada como integral y que deje de ser asociada exclusivamente a la genitalidad o a la reproducción y se extienda a cinco ejes bien delimitados. Repaso brevemente cada uno de ellos:
Reconocer la perspectiva de género implica poder identificar las relaciones de poder y la desigualdad entre los géneros. Permite problematizar los estereotipos, fomentar la igualdad y el respeto independientemente del género de las personas.
Respetar la diversidad implica entender que todas las personas somos distintas y que esa singularidad abarca la sexualidad. Se trata de respetar la identidad de género y la orientación sexual de las personas; rechazar la violencia y la estigmatización que tanto ha marcado a quienes han padecido discriminación en su escolarización.
Valorar la afectividad implica no sólo centrar la educación en lo intelectual; sino también contribuir al desarrollo de capacidades afectivas como la empatía, la solidaridad y el respeto.
Ejercer nuestros derechos pone el acento en la concepción de niñxs y adolescentes como sujetos de derecho con plena capacidad para participar, hacer oír su voz y no sufrir ningún tipo de discriminación. Desde este eje, el rol docente pasa a ser fundamental como garante de esos derechos.
Y, por último, cuidar el cuerpo fomenta la valoración del propio cuerpo, reconociendo que la sexualidad y el cuerpo también se vinculan con el disfrute y el placer.
Pienso en mi biografía escolar a partir de los cinco ejes y encuentro para cada uno de ellos, varios ejemplos para dar. Invito a que cada une se piense a partir de ello, para identificar la desinformación en la que fue educade en su paso por la escuela y las consecuencias que esa desinformación ha tenido sobre cada une.
Mi experiencia como docente y psicóloga me demuestra a diario la gran brecha entre las generaciones que han recibido Educación Sexual Integral y aquellas que no. Así como aprendí a dividir en la línea histórica un antes y después de cristo; hoy afirmo que hay un antes y un después de la ESI.
Son generaciones que cuentan con las herramientas para identificar una situación de violencia de género y usan el término femicidio, cuando en mi época se decía “crimen pasional”. Generaciones que no dan por sentada la heterosexualidad, que permiten masculinidades más allá de la hegemónica, que saben acerca del consentimiento, que aprenden el respeto por la diversidad y de eso se nutren. Generaciones que crecieron con una Ley de Identidad de Género, de Matrimonio igualitario y fueron testigos de la celebración por la despenalización del aborto. En algunos casos, hasta fueron parte el festejo.
A su vez, son generaciones que se topan muchas veces con los prejuicios y la desinformación de las personas que no hemos recibido Educación Sexual Integral. A veces son desacreditades y contaminades con nuestras ideas. ¿No debiéramos ser todes educades en la ESI?
Cuando decidí iniciar mis estudios universitarios y con la ESI ya instalada, tampoco accedí a ella porque el alcance es sólo hasta la formación de nivel superior no universitaria. Es más, si para la psicología y aún más para el Psicoanálisis la sexualidad es entendida como uno de los ejes centrales de la existencia humana, ¿Cómo puede ser que en la formación de grado no haya materias donde se aborde la sexualidad desde una mirada integral?
Soy testigo a menudo de psicologues que en su desinformación acerca de la sexualidad integral tienden a patologizar aquello que desconocen. Siento a veces como si el psicoanálisis se convirtiera en religión y una vez más me encontrara sin lugar para los cuestionamientos. A menudo soy echada “simbólicamente” del aula, silenciada o desacreditada.
Es más bien en mi rol docente donde encuentro lugar para estos cuestionamientos. Tengo la fortuna de sentir que puedo generar espacios donde problematizar y visibilizar situaciones vinculadas a la sexualidad en la escena escolar. El abordaje es posible a través de la transmisión de los contenidos, pero también en la intervención en lo cotidiano. Y es desde allí que considero que resulta fundamental rescatar la voz de las generaciones que están siendo educadas en la ESI porque tienen mucho para enseñarnos; pero, además, porque son elles quienes darán continuidad a la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos.
*Psicóloga, profesora e investigadora. agustinatoso@gmail.com
Imagen: @marce_frojan
Nota publicada originalmente en Notas Periodismo Popular.